Leonard sufre de amnesia anterógrada. Por tanto, confunde recuerdos lejanos y debe ingeniárselas de formas diversas para traerlos de nuevo a su mente. Este aletargamiento del pasado le ha permitido a Cristopher Nolan desplegar una historia con líneas temporales entrecruzadas.
En “Memento”, las acciones filmadas en blanco y negro aparecen en el orden cronológico en que ocurrieron. A ellas, se les superponen planos en color que cuentan una historia de atrás hacia adelante. Esta narrativa dual, pero interconectada, convierte al espectador en ignorante parcial de la sucesión de eventos narrados, invitándolo a mimetizarse con el protagonista de memoria limitada.
Más allá de estas falencias, el recuerdo cercano fluye por el ancho cauce que ha dejado la memoria pasada en el mapa de los restos vivientes del protagonista. “Memento” puede significar una historia del tiempo tanto como la fragmentaria historia de Leonard, el sujeto perdido quien, paradójicamente, se convierte en investigador principal del crimen de su mujer. Casi como nosotros, convertidos en artífices de nuestra propia historia (y, por ende, de nuestra memoria) sin darnos cuenta de ello: al menos hacia allí apunta esta película que inauguró el nuevo milenio.
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