sábado, 30 de noviembre de 2013

Gran separador en la voz de Roberto

Bergkamp

Los reveses en el aire marcaron la estadía de la selección holandesa durante el mundial de 1994: un primer avión tuvo que ser desviado porque las computadoras personales de los periodistas que acompañaban al equipo habrían afectado al sistema de navegación del aeroplano. Semanas más tarde, debieron aterrizar de emergencia en Washington ya que un tripulante comenzó a sufrir fuertes dolores en el pecho. El último incidente lo protagonizó el periodista Lex Muller quien durante un vuelo a Dallas bromeó diciendo que traía una bomba consigo.
Estos sucesos afectaron extrañamente al entonces número 10 de los naranjas, Dennis Nicolaas Bergkamp, quien comenzó a experimentar una fobia que lo marcaría por siempre: el miedo a volar. Un año más tarde, al pasar del Inter de Milán al Arsenal de Londres, Bergkamp cayó en una nueva trampa al suponer que la hiper profesionalización lo ayudaría a vencer su miedo aunque desde Londres tuviese que volar mayores distancias al continente.
En su reciente autobiografía: “Calma y velocidad”, cuenta cómo durante los partidos de visitante, miraba al cielo y se preguntaba si había nubes que amenazaran lluvia durante el vuelo de regreso a Londres. Que tanto el técnico del Arsenal como los de la selección Holandesa no lo incluyeran incluso entre los convocados para un partido en lugares distantes, era síntoma de que la situación era inmanejable para Dennis, incluso perjudicándolo económicamente.
Sin embargo, en cada partido el non-flying dutchman (“el holandés no-errante”), como lo apodaron en Inglaterra, encendía sus turbinas en el campo donde carreteaba y dejaba atrás la marca, ajustaba el timón de dirección con cada enganche, siendo preciso a la hora de llegar a la red del arco rival, tal vez su único destino.  

ESCUCHAR (minuto 38:35)

Su único vuelo es en la cancha
La "difícil" es Bergkamp arriba de un avión
Bergkamp sacando a pasear al Ratón Ayala






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