sábado, 8 de febrero de 2014

Gran separador en la voz de Francisco

Yiya Murano

María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano, alias “Yiya”, alias “La Envenenadora de Monserrat”, obtuvo su fama luego de ser acusada, juzgada y sentenciada a cadena perpetua bajo el cargo de triple homicidio por envenenamiento.
Correntina de nacimiento, pero radicada en Buenos Aires donde vivía en un departamento de la calle México, Yiya decía ser hija de un militar y, por ende, tener buenos contactos con funcionarios de la dictadura que gobernaba al país en el año 1979. Producto de las políticas económicas implantadas por Martínez de Hoz, en ese entonces se había puesto de moda la “bicicleta financiera”. Yiya convenció a su prima, Carmen Zulema del Giorgio Venturini, y a sus amigas Nilda Gamba y Lelia Formisano de Ayala, para que le prestaran 300.000 dólares que ella invertiría en un negocio que, según les había prometido, iba a ser millonario. 
Tiempo después, las prestamistas no habían cobrado intereses y los pagarés que Yiya había firmado estaban por vencer. Fue entonces que Venturini se desplomó de la escalinata de su edificio. La llevaron de urgencia al hospital, donde finalmente murió de un paro cardíaco. Las hijas de la difunta sospecharon cuando el portero del edificio les comentó que, ese día, Yiya había llegado con un paquete de masas y se había ido llevándose un papel y un frasquito. Los resultados de la autopsia fueron concluyentes: envenenamiento con cianuro.
La investigación continuó cuando se supo que las otras dos mujeres, Nilda y Lelia, habían fallecido poco antes. Se ordenaron las exhumaciones de los cadáveres y las respectivas autopsias. El informe médico fue el mismo: restos de cianuro.
Yiya estuvo unos pocos días prófuga, hasta que se presentó y fue directamente a la cárcel, donde permaneció alojada varios años. En la década del ´90 le dieron por cumplida la pena. Cuentan que los jueces y empleados del Tribunal de Ejecución Penal que le otorgaron la libertad recibieron, como atención, una bandeja de masas finas que nadie atinó a probar. Hay quienes aseguran que se trató de una broma de mal gusto y que la envenenadora no tuvo nada que ver con el regalo.


Yiya contó de todo, 
que tuvo más de cien amantes,
 incluido quien fuera 
presidente de la República, Arturo Frondizi. Pero nunca confesó 
sus supuestos crímenes. 
Hasta el final de sus días se declaró inocente. Terminó en un geriátrico, debido a que ni su propio hijo,
 que se mudó al interior del país, 
creyó en la inocencia de su madre.








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