En 1549, Hans Staden, marinero y diestro artillero alemán, decidió embarcarse por segunda vez a América. Este nuevo viaje habría de ser algo distinto del anterior: una fuerte tempestad azotó a la nave en que viajaba por el Atlántico Sur. Sobreviviendo a la catástrofe, arribó penosamente a un fértil paraje del litoral brasileño.
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Hans Staden |
Allí, tras una expedición de cacería con el objetivo de buscar alimento, Staden fue tomado prisionero por la etnia Tupinambá. Hombres y mujeres apenas cubiertos, con una lengua y unas costumbres extrañas, revelarían ante sus ojos lo que creyó un hábito alimentario espeluznante: la etnia fue acabando con sus compañeros de expedición por medio de la práctica antropofágica en el marco de curiosos rituales.
Lógicamente, Staden vivía con el temor de ser comido. Por ello, se situó en un rol negociador entre la etnia y los navíos europeos allí arribados, brindó información sobre posibles ataques de etnias enemigas, y hasta curó de una enfermedad al líder local gracias al rezo y a la fe cristiana. Esto lo convirtió en un prisionero destacado.
Pero, aun con miedo, logró escapar en una nave francesa tras nueve meses en cautiverio.
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"Viviendo con los caníbales" |
Ya en Europa escribió una obra literaria gracias a la cual podemos conocer algo más sobre su periplo; y, gracias a los grabados que la acompañan, vemos a Staden desnudo y horrorizado frente a grandes calderos, dentro de los cuales flotan cabezas humanas. Otros personajes saltan y bailan con una pierna o brazo trozado en sus manos. Nosotros, testigos a distancia, somos interpelados por la imagen a elevar plegarias al cielo por aquellas almas perdidas, o tal vez a unirnos a ese extraño ritual gastronómico.
ESCUCHAR (minuto 28:14)