jueves, 8 de mayo de 2014

2X1 en Gran Separador: Liverpool y Buenos Aires

Scouse

El aprendizaje de la lengua inglesa incluye, casi como un verbo en sí mismo, la escucha de canciones de los Beatles. Los cuatro de Liverpool nos ofrecen letras sencillas sobre metáforas infinitas en voces claras con cada aproximación a su música. Sin embargo, muy pocos advirtieron en su forma de hablar el lastre del dialecto típico de su ciudad de origen. Derivado del Lancasteriano, el Scouse es también parte del acervo cultural de la ciudad portuaria.
Liverpool se ha caracterizado por ser puerta de entrada de oleadas inmigratorias irlandesa. Paradójicamente, éstos han alimentado al habla de la ciudad con la pérdida de los fricativos dentales, con el reemplazo del my por me, o el remplazo de you (segunda persona del plural) por /ju:z/. Por estas marcas, y por los altos y bajos en su pronunciación, el Scouse se divorcia del resto de los dialectos de la Inglaterra septentrional
En su tesis doctoral, el lingüista Gerald Knowles argumentó que otro rasgo típico era su particular nasalidad advirtiendo que el acento del Scouse quizás derive de la fuerte tendencia poblacional a los resfríos extendidos en el tiempo, lo cual trajo como norma el marcado acento nasal altamente difundido durante el auge de los Beatles.
No obstante, el vocablo scouse no tiene un origen precisamente liverpuliano. Deriva de lobscouse, una palabra con la que los marineros de los mares del norte querían referir un plato abundante a base de carne de vaca o cordero y vegetales hervidos. Un auténtico puchero de escaso valor que alimentaba las bocas de los habitantes de una ciudad que antes que comerse las palabras, directamente se come su dialecto.  




Ulrico Schmidl

Entre las pintorescas calles del barrio de Mataderos, hay una que resalta por su nombre germánico. Quizás la curiosidad haya invadido a varios por allí al conocer la vida de Ulrico Schmidl quién, con su apellido, nombra a la paralela de Ercilla. 
Hijo de un rico comerciante, se consagró a la actividad militar en nombre del Emperador Carlos I, siendo su bautismo de fuego la expedición al Río de la Plata del adelantado Pedro de Mendoza. La rareza de Schmidl provenía del hecho de acompañar la espada con la pluma.
En el capítulo 7 de su “Derrotero y viaje a España y Las Indias”, Schmidl escribió: “Allí hemos levantado un asiento, éste se ha llamado Buenos Aires: esto, dicho en alemán, es buen viento. [...] Ahí hemos encontrado en esta tierra un lugar de indios los cuales se han llamado Querandís”. Además, señaló las disputas de poder entre los españoles; padeció el calor agobiante, la falta de agua y comida; temió por las epidemias de este rincón húmedo; y luego si, temió de los querandíes con quienes hubo una incipiente paz hasta que en Diciembre de aquel año 36 destruyeron el primer precario asentamiento construido por los conquistadores. El escape de esa situación crítica se dio por el Paraná hasta llegar a la recientemente fundada Asunción. 
Ulrico volvió a Europa tras enterarse de la muerte de su hermano. Presentó testimonio de sus labores al Consejo de Indias, y tras dos años arribó a Straubing. Su “Derrotero” fue publicado por primera vez en latín, y sin proponérselo se convirtió en el primer historiador sobre lo que luego sería Argentina. Convertido al luteranismo, mudó de ciudad al endurecerse los combates religiosos dentro del Imperio Germánico. 
Su desconocida figura no impide que un busto suyo se erija en Parque Lezama, lugar de la presunta primera fundación de esta ciudad.  

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