sábado, 21 de diciembre de 2013

El Gran separador en la voz de Julián

Carl Stalling

¿Es posible ver un dibujo animado con los ojos cerrados? La música de Carl Stalling parece demostrar que sí.
Nacido el 10 de noviembre de 1981 en el pequeño pueblo de Lexington, Missouri, este prolífico y original artista comenzó su carrera acompañando películas mudas con el piano. Valiéndose de una serie de catálogos que sugerían posibles melodías, el joven Stalling debía improvisar con agilidad sobre las distintas escenas que se le presentaban. Fue entonces que aprendió lo esencial de su oficio: se trataba de jugar con la expectativa y las demandas de la audiencia, de combinar ciertas referencias y estereotipos musicales con las ocurrencias más frescas y espontáneas posibles.
Durante los años veinte, Stalling se asoció con Walt Disney. Juntos imaginaron los primeros cortos del ratón Mickey. Un tiempo después, más precisamente en 1936, el músico firmó contrato con la Warner Bros. Trabajaría allí por veintidós años, escribiendo una nueva partitura cada semana. Bugs Bunny, el Pato Lucas, el Coyote y el Correcaminos, Silvestre y Piolín, Elmer Gruñón, el Gallo Claudio: todos vivieron sus aventuras al ritmo de las composiciones de Stalling.
Es que, en aquellos clásicos dibujos animados, la música era mucho más que un simple fondo. Sin ella hubiera sido difícil crear climas, llenar espacios sin diálogo o enfatizar emociones. Contra toda teoría del arte abstracto, Stalling conocía a la perfección los trucos gracias a los cuáles la música podía representar lo divertido, lo tragicómico o lo misterioso. De la misma forma, en sus pequeñas obras maestras no funcionaban los tradicionales prejuicios sobre la música clásica y la música popular o la experimentación y las convenciones. Todas tenían lugar. Al fin y al cabo, el objetivo siempre era el mismo: hacer de los fagots y los trombones, de las violas y los violines un elemento narrativo más. Bajo la batuta de Stalling, una parte central de la historia que los dibujos animados representaban, cuando no su nudo mismo, pasaba por aquello que se oía.

ESCUCHAR (minuto 21:54)














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